Ariello

Agonía

 

y,  avanza la tarde transparente

en un acto solemne de agonía,

un silencio profundo quedamente

va cubriendo el jardín y el alma mía.

 

Pero un triste recuerdo por mi mente

se atraviesa tronchando mi alegría,

en aquella ocasión resplandeciente

algo en mí, de momento, se moría.

 

Nadie supo entender en ese instante

que una angustia, quizá insignificante,

no es posible plasmar en estas hojas,

 

Un suspiro se oyó, que reverencio,

una lágrima al fin, rodó en silencio

sobre el cáliz en flor de mis congojas.