Es un día como cualquiera, llego a casa después de estudiar, la tarde es casi invierno. Encuentro un movimiento extraño inusual. Pronto descubro la razón, una gigantesca pecera con muchos pececitos de varios colores. Toda mi familia observándolas, mi Papá los acababa de comprar para nosotros. Por alguna extraña razón no me uní a la algarabía, más bien una extraña tristeza me embargó.
El entusiasmo de la familia cesó, pues todos debíamos volver a nuestras labores cotidianas.
Pasaron veloces los días. Una noche mientras me encontraba sola estudiando, por casualidad mi mirada fue a dar a la pecera. Nuevamente la extraña sensación que me llenaba de melancolía. ¡De pronto!, una vocecita me hizo reaccionar.
- No te entristezcas, Claudia, ¿Cuéntame que te sucede?.
- ¿Quién habla?. Pregunté .
- Soy yo, el pececito dorado el más grande de todos.
- Pero, ¿Los peces hablan?
- Tu pensamiento está en frecuencia conmigo, por eso podemos comprendernos.
- Y, ¿Qué quieres de mí?
- Quería saber el por qué de tu tristeza.
- Es que me da pena verlos encerrados ahí, siento que al igual que yo les gustaría estar libres y nadar sin que nada los detenga. No creo que por adornar una casa se deba mantener cautiva a una criatura de Dios.
- Agradezco tu pensamiento, no te sientas mal, tu no nos trajiste aquí y además, aunque queramos salir de aquí no sabemos vivir fuera, aunque no nos guste aquí hemos nacido aquí moriremos.
- Y, ¿No te importa?
- Primero respóndeme tú sino te importa estar en una silla de rueda jovencita.
- Sí, pero debo aceptar mi realidad y ser feliz con lo que la vida me ha dado. Además si paso esta prueba Dios me premiará.
- Es cierto lo que dices, la vida es una prueba y en la escalera de la evolución tenemos que sufrir para aprender.
- Entonces, ¿está bien que estés ahí? ¿Y, está bien que el hombre haga con los animales lo que quiera?
- Yo no he dicho eso, nadie debe buscar su felicidad con el sufrimiento de otro ser, aunque sea inferior, pero tu especie se ha olvidado de esto y en lugar de avanzar va retrocediendo, y si no recapacitan van ha acabar destruyéndose. Los seres humanos se han alejado mucho de nuestra madre naturaleza. Mi abuela nos contaba que tiempos atrás los ríos eran muy limpios y ahora están sucios y por eso muchas criaturas que vivían en ellos se han ido extinguiendo. Tu gente en lugar de ayudar a la tierra, acercándose a ella y curándole sus heridas para que siga siendo un lugar hermoso se dedica a maltratarlo, y para llenar el vacío que en sus almas dejan sus acciones, crea ilusiones artificiales como esta pecera que le recuerdan a la naturaleza.
- ¿Y, yo puedo algo?
- Sí nunca dejas de escuchar a tu corazón, cumples la prueba que te ha tocado vivir con alegría y en lo posible no haces mal a nadie y luchar por defender la justicia, estarás haciendo mucho.
- Pero, ¿De qué sirve si dices que vamos hacia atrás?
- Jovencita no pierdas nunca la esperanza, en el mundo hay mucha gente de espíritu conciente que con su ejemplo van transformando mentes, haciendo que otros se den cuenta de su error, entonces no todo está perdido y tal vez la escalera de la evolución volverá ha ascender.
- Dime pececito. ¿Puedo hacer algo por ti?
- No te preocupes por mí, mi existencia como pez termina hoy, pues ya he cumplido mi misión, mañana habré avanzado un poco más el camino hacia Dios.
- Entonces ya no nos veremos más.
- Algún día nos volveremos a encontrar jovencita, mientras cuidad de mis hermanos y sé feliz.
- ¡Claudia, Claudia!, ¡Despierta, despierta!. Era la voz de mí mamá. Abrí los ojos asustada ¿Fue un sueño me dije?. Miré hacia la pecera un pececito dorado flotaba muerto.
- ¡Adios pececito, estés donde estés sé muy feliz!