La luz del cielo brilla en tus manos,
tan pura y nítida,
tan libre, tan dulce y amorosa,
puedo vivir en ese instante eternamente.
Madre tu sencillez y dulzura derritió el hielo de mi corazón
y no pudo hacer otra cosa que dejar brotar lágrimas de mis marchitos ojos,
lágrimas que desfilaron una tras otra sobre mis mejillas,
tan fluidas siguiendo el compás que les dictaste.
Madre enseñame a adorar a tu hijo,
Madre llena mi corazón de tu paz y sencillez,
Madre ayúdame a decir hágase en mi según tu palabra.
Autor: Miriam Castellanos