Al pie del árbol yace la piedra
que sostiene la rústica madera
que alimenta la lluvia,
el rocío,
los pájaros…
Compañeros del Niño que ha nacido.
El pan escaso se reparte para que la Madre
Dé su leche al recién venido.
No hay azahares ni resinas en los abetos.
En el silencio, un llanto
que envolvió de luz al pobre pastor asustadizo.
En la tierra alta, marineros del Mediterráneo
escucharon un trueno
como estampido...
La luna la cubrió una nube
marcando un signo.
Misericordia se oía
en los labios de los betlemitas…
Con los años encuentro semejanzas
en los horas vividas.
¡Misericordia !pedimos como ayer
en la carta al Niño.
No hay extensión más grande que la herida
porque títeres somos del destino
para ser estercolas en la tierra.
¿Vendrá el caballo de fuego a purificarnos?
¡Misericordia, mi Niño!
Amalia Lateano
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