José de Jesús Camacho Medina

Al Cerro Proaño

Nostradamus no profetizó en sus cuartetas
al cataclismo de tu centro
no hay pronóstico antiguo
que haya vaticinado tu desgaje.

En nuestro universo
no hay epopeya tan grande como la tuya
pues tu corazón de plata aún palpita
pese que una lanza envenanada de ambición
lo haya dividido en dos partes
haciendo de tu horizonte un binomio inconexo.

Dicen los testigos de la historia
que la única inmortalidad posible
es aquella que se logra, en la hazaña inédita
pero que el libreto del cierre está escrito
y eso implica el morir
como si la inmortalidad siguiera un itinerario
con empatía al de Lázaro en su retorno de entre los muertos.

Pero tu proeza
es más grande que la de Aquiles por Troya
que la de muchos Hombres que tuvieron que ser devastados
cual madera vieja por las carcoma
en cuyos nombres se esculpe el oro y la eternidad.

Tu odisea
es ser inmortal
sin anclar tu barco en el puerto del morir
es estar de pie como los árboles
a pesar del estrago
y la estridencia
de un látigo llamado tiranía.

Tu ejemplo, se desplaza por los aires
y lleva implícito una sonata de nostalgia
reproducida desde el piano de Manuel M. Ponce

A un eco de misticismo
como la mirada de el viejo en el muladar
retratada por el pincel de Goitia.

Heredas desde entonces tu adn
a la gente que habita en tu morada.