Las teclas me miran
con su simpleza planetaria.
Hacen lo que quiero
con una simple pulsación de yemas.
Cuando no las toco burdamente
en su tripa de plástico
esperan sin rencor en su silencio.
Tan juntas las unas con las otras....
Tan grávidas de posibilidades
por ellas desconocidas....
Siempre formando
un ejército disciplinado
igual a si mismo,
cuya razón y voluntad
solo encuentran sentido
en las emociones que vivo.
Piedras pequeñas y resistentes
para cruzar el río de la soledad.
En noches como ésta,
cuando necesito
agarrarme a un teclado
para defenderme
de los aullidos del bosque,
siento su fuerza
(es cierto, la siento)
acompañar fiel
mi huida por la senda del hombre.