Confundida, creyéndose burlada
en su corazón encendido
comenzó a desnudar la soledad sin llorar.
Sin negar que le hicieron tanto daño,
la maledicencia, la envidia y la torpeza
hasta llevar a la muerte, a la inocencia.
Echándola herida al fuego eterno,
al estallido del ser.
A esa pérdida de lágrimas,
de su esencia nunca jamás consumada,
de ese saberse ser la belleza de la vida
del placer de lo femenino
cuando se trata de amor.
Te llevaste el corazón y los sueños,
el entregarse a fondo en los cielos
el erotismo de los cuerpos,
a la luz de los besos.
Te llevaste contigo mi vida de niña,
me dejaste el silencio
con el corazón en pedazos
juntándome los trozos
entre las sombras de las olas.
Me resisto a morir,
aún me quedan, las letras de arena
clavadas en la piel de la luna de plata
recitando a el amor loco,
a el amor cortés.
Embriagando
los recuerdos del alma
entre los ojos delineados
y las letras
cruzando la bahía en la mañana.
Manè Castro Videla