En la lenta indiferencia de la tarde
un ángel a muerto, hijo secreto de la luna,
igual de blanco, igual de solo,
enfriando el asfalto de dicienbre
con los ojos incrustados de silencios
Con las crenchas teñidas de lamento,
gigante como caballo, mustio como rey caído,
postrado ante Dios por su capricho,
ya lo vió Oliverio en el pasado, ya lo veo ahora
en este día distante y repetido como la lluvia
y los caminos...
Otra aparición urbana que tuerce me destino.