Aceto chantilly:
Su marcha es nupcial, tiene el ritmo y la cadencia
del aura musical que la circunda,
es precisa, elegante, práctica y serena;
mi marcha es incierta, lóbrega y errática,
es desigual, reverbera en ella
el balanceo enclenque de una conciencia lánguida.
Su mirada, y el infantino encanto que resabia
inyecta los rayos vaporosos de la luna
y la claridad perpetua de su alma cándida,
en mi mirada, que aquellos rayos desazona
y los proyecta entonces convertidos en fatiga,
como solo puede hacerlo un pingajo de ignominia.
En sus maneras particulares, adivino,
hay ingenua esperanza por el trágico futuro,
en su interior arde una llama con inmortal impulso;
al través de las suyas, mis maneras extrañas:
desvirolados gestos de entrelazadas manos;
soy un compendio triste de pasiones vanas.
Pero... todo se equilibra y las fuerzas se compensan,
como el pinar que mientras bulle de vida su entraña,
acompaña al viento endeble en su soledad tremenda;
cuando aduerme ella a mi lado -y la noche impera-
nuestras disonantes cuerdas vibran
Con el mismo encanto y con igual frecuencia.