Me gustaba recostar mi cabeza en tu estómago para reírme con los extraños sonidos de tus tripas.
Me gustaba recostarme en tu pecho para escuchar los latidos de tu corazón.
Me gustaba acariciar tu antebrazo, porque era la piel más suave que mis manos habían tocado.
Me gustaba observarte mientras leías algo, o cuando mirabas algún vídeo de algo que llamaba tu atención.
Me gustaba escucharte reír, y mirar tus ojos cuando se te achinaban de felicidad.
Me gustaba mucho acariciar tus manos, porque tus dedos estaban hechos a la imperfecta perfección.
Me gustaba acompañarte a la tienda, y sentía orgullo de conocerte.
Me gustaba observarte dormir, porque saber que descansabas me daba descanso a mí.
Me gustaba amarte, pero me hubiese gustado que tú también me amaras a mí.