De vez en cuando, dejamos escapar el demonio que llevamos dentro y, éste, comienza a lastimar sin piedad, sin reparo y sin que le importe nada.
Malvados han de ser: ojos que en rostro ingenuos malvadas sean sus miradas: picaras y seductoras como el canto de sirenas enamorada.
Malvadas han de ser: lenguas que en bocas sagradas escupan fuego cuan si fueran de dragones o esparzan penas con el eco de sus truenos.
Malvados han de ser: pies que al pisar dejen huellas de dolor lastimando hasta a la tierra; que no haya ninguna horma para tejerles calzados.
Malvadas han de ser: manos que en auxilio no se tiendan, que su prójimo sean guantes y aquellas, aquellas que sudan sangre.
PABEDIZ