En lo alto de un obelisco
subyace un águila empotrada
inherte, inanimada
inmóvil en apariencia relativa
como testigo mudo
de la sinergia
y divergencia
entre los espíritus que moran
por el caudal de la plata.
Una estridencia aclama
su despertar
para que emprenda el vuelo
y en su surco por los aires
invoque al ejemplo
de iluminar a las penumbras.
El eco multitudinario de las masas
carga la esperanza a granel
añora que emerga la revolución
de un círculo instalado
en los predios de Morfeo.
y desde lo récondito de lo invisible
una añoranza sin precedente
lanza un binomio estelar:
¡Basta ya de plata teñida de rojo!
¡Basta ya de somníferos!
que quede claro;
todos cargamos la llave
que abre al cerrojo
de la trascendencia.
Hay un indicio
de que el águila
pretende transmutar a la roca
en una esencia
en cuyas alas;
un brillo se esparza
en forma de etér.