Por la ventana de mi cuarto
se observa todo un espectáculo
como si fuera el escenario de un teatro
y yo, soy ferviente espectadora.
Veo una gota deslizándose por el cristal
formando un hilo de grácil zigzagueo
que se escurre por el ángulo de la ventana.
No hace frío..., pero las hojas revolotean
juguetonas y pegajosas sobre la acera
anunciando una fuerte tormenta.
Algunos sonidos lejanos vociferan
y se quejan, son las luces que entonan
la canción del trueno despertando el cielo.
En el espacio todo está escondido,
los gorriones acurrucados en sus nidos.
Las palomas, los loros y los teros
enmudecieron y bajaron sus vuelos
para que la melodía de las gotas
entonen entusiasmadas su rítmo.
La ciudad vestida en tono ceniciento
va envuelta con apasionado anhelo.
Donde las ramas de los árboles
humedecen sus angustias
mientras gotas celestiales las conmueven.
Y solitarias, las calles se adormecen,
que desoladas y empapadas se estremecen