Buscando en la madrugada
un pedacito de sueño
encontré bajo mi almohada
tus besos casi sin dueño.
Los tomé muy despacito
y pronto, como sabiendo,
se subieron a mi cara
y me mimaron sedientos.
Algunos más atrevidos
fueron corriendo a mi cuello
y otros con gran cuidado
se adhirieron a mi pecho.
Todo mi cuerpo cubrieron
despacito y con cariño
y el sueño vino en silencio
y me tomó como a un niño.
Y cuando el sol de mañana
puso su luz en mis ojos,
guardé tus besos de a poco
en un lugar sin cerrojos
para tenerlos muy cerca
aunque me traten de loco.