Un aire inédito
se enraíza como patrón matemático
bordea la costa de nuestro pensamiento
hasta moldearse en atracción gravitatoria
fija sus estructuras
en los predios de la afinidad
en un instante
nos convertimos en dos icebergs
que se desgajan de su horizonte materno
para peregrinar por el océano
el mar se convierte en nuestra yunta
en un cómplice del destino
que agrega a su remolque;
valijas de anhelo
en espera de abrirse en un asilo atemporal
donde el hielo transmute en calidez
quizá en el futuro
seamos el agua
cual yunta para otros navegantes
cuya odisea tenga parentesco con la nuestra.