Hubo algo aquella noche que lo destrono todo
algo de sus ojos vino con el río de miradas abajo
para poner la vergüenza sobre el asfalto
todavía dolían los golpes en la espalda,
todavía hervían las bofetadas en las mejillas,
dices de ese día que asfixiaron tu infancia,
estrangularon los sueños,
abrazabas un muñeco de trapo que dejo de hablarte
entonces te supiste perdido en medio de la gente,
en aquel mismo mercado donde una vez te perdiste
desde entonces las sombras no se apartan
requeriste estirarte para poder mirar sobre ellas,
para encontrarte con el hombre,
asustado soltaste de la mano a tu niño
al que no debiste soltar nunca,
ahora yace despierto en las madrugadas
llenando con humo los pulmones,
jugando juegos que no le gustan
recuerda un caballo de madera muerto
con su trote vacío,
el calcetín ocioso sobre la chimenea
ahí, su retrato mirándote,
conversando con el reloj
y las horas tejiendo
un manto lleno de frío,
un abuelo que no regresara nunca,
un cuento en el que nunca volverás a creer.
Lo vi traspasar espejos infames e irse a esa ciudad de sombras
Sus ojos fríos palidecieron en la estación de los pañuelos, es ese lugar de espejos abominables, diestros para poseer la imagen de cualquiera, en ese mundo se hacen tratos con fuentes embusteras, les arrojan monedas, prometerán que cumplirán cualquier deseo, pero son solo piedra mentirosa, su agua cristalina es el disfraz de la transparencia. El cielo es otra ilusión, jamás se puede encontrar su azul por ninguna parte, se puede llegar solo en alas, nunca en máquinas, hasta llegar a lo fosco, donde todo termina devorado, mientras ojos brillantes miran a través de los agujeros, son ojos de seres que nadie ha visto, se alimentan de lo devorado, no existe el razonamiento, todo es únicamente lo que fabrica la máquina, sus ciudadanos son engranes divirtiendo a quien la controla, pero nadie nunca le ha visto, nadie sabe si verdaderamente existe, las sombras son circulares y penden de campanarios, escapan por la noche o cuando hacen doblar las campanas, pero solo emiten silencio, quien las hace tañer es una sombra, circular pero jorobada, una sombra enamorada de otra sombra que es blanca, la única inoscura y que péndula cerca de las fuentes mentirosas, se transcurre tirando monedas que junta por los favores que hace a otras sombras cuando se precipita la noche, antes de encender los faroles, la tarde es la encargada de hacerlo por la orden de un espectro que ha gobernado por siglos, las puertas se ocupan de las sombras recién nacidas, ahí el único bueno es el viento que se la pasa dando vueltas, siempre anda recogiendo las penas de las sombras, las arrastra hasta el desierto pero nadie esta seguro, los que han ido ahí se quedan locos, no regresan, puedes verles pero ya no están ahí, dicen que ahí los infames espejos les secuestran.