Esa que ves, medio amorosa, medio insensata,
que en mis jardines fuera fiel numen de pinceles,
es quien concentra el rojo del rubí y la escarlata
en sus labios de fresas, de pétalos, de mieles.
Del Olimpo, donde tiene su etérea escalinata,
a regar viene mi limbo de rosas y laureles,
y sentencia a dictarle a aquélla niña ingrata
sembradora en mi alma de espinas y claveles.
De la fúlgida boca del que Hefesto fue dueño,
cuya sacra influencia fue siempre extraordinaria,
saldrá mi negra adelfa o mi blanco beleño...
Venus: riega mi limbo en mi noche solitaria
de laureles y rosas con tu dedo sedeño
y serás, desde entonces, mi Dea pasionaria.