De rodillas hincada está María
a elevar su plegaria al claro cielo,
pues en horas eternas de desvelo
encomienda al Creador toda alegría.
Cuando apenas a orar se disponía
en aquel sacratísimo momento,
de una luz que atraviesa el firmamento
un arcángel sublime descendía.
Dios te salve mujer de gracia llena,
ha escogido tu cuerpo de azucena
para darle una madre al Redentor;
no soy digna de ti mi ser divino,
se haga en mi tu palabra, tu destino…
y el arcángel perdió se en su esplendor.