Milagros Sagristá

COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ

Abandonar la piel  

por una decisión 

de respuesta cardíaca.

 

Baldear la memoria

de impresiones grises 

con limón muriático.

 

Apilar los huesos

al borde de la cama,

juntarlos por color. 

 

Encauzar los restos de esperma

al cesto de la basura.

 

Usar el filo del papel 

para crear un tajo subterráneo

-estilo carnicero-

hasta surcar las venas

y girar la sangre;

 

porque resulta urgente

 

vaciarnos por zonas

empezando por la frente 

hasta el dedo que golpea la mesita de luz,

 

-como si no fuera la primera vez-

 

despojarnos de cuajo

con las ideas recién limpias,

los huesos cepillados,

las venas bien vestidas.

 

Volvernos a decir de qué estamos hechos

-por ejemplo-

seis mil gramos de piel al vacío,

media horma de genes, 

ninguna novedad. 

 

Por lo pronto,

dejar de llenar el formulario para ser felices.