Iba José con María
y su pequeño borrego
por un camino que unía
en su eterna lejanía
la ciudad con el labriego.
Pero ella estaba cansada
montada en corcel muy lento,
como estaba embarazada
al bajar quedó enredada
su falda de aquel jumento.
Saltó, Dimas de una cueva
“un salteador de caminos”,
alto anciano, no se mueva,
deme todo lo que lleva…
¡Un momento! ¡Los pollinos!
Y viendo encinta a su esposa,
bajó a los dos, les dio abrigo,
se oyó una voz melodiosa:
tu muerte será gloriosa
y al fin morirás conmigo.