¿Conoces la tierra
donde florecen los limones?
Goethe
Cuando niño, la Navidad
tenía el perfume de las mandarinas
que se sacaban del papel de seda
para colgarlas de las ramas del árbol
junto con las bolitas multicolores de vidrio.
Había, en la Navidad de mi infancia,
un soldadito de hojalata que tocaba los platillos
avanzando con dos piernas
rígidas y tambaleantes;
había los indios de barro cocido
con diademas de plumas coloradas
y los cow-boy de a caballo, para jugar
en la pradera del salón, entre cañones y cerros
de libros amontonados, pero la cosa más bella
era el perfume de las mandarinas colgadas
de las ramas del árbol, entre velitas de cera.
Era el perfume de una Navidad llena de un sol
que inundaba los cuartos y desterraba
el frío del viento norte.
Era el perfume de una Navidad de zumos
de un país de cuento, donde los frutos dorados
brillaban entre las verdes hojas de los árboles.