Un sutil velo de nostalgia me cubrió por un instante.
Tu recuerdo besó suave mi frente y acarició mi rostro.
La brisa marina me trajo tu perfume. Delicado, delicioso aroma que te identificaba donde quiera que ibas.
Cerré mis ojos y rememoré tu sonrisa, amplia, sincera. Iluminaba tu rostro dejando ver tus blancos dientes, acompañados por ese brillo particular que caracterizaba tu mirada. Una mirada profunda que era capaz de penetrar el alma.
El ondular de las olas me recordó tu pelo. Oscuro cual ébano más puro. Crespo por natura. Jugaba libre con el viento, había algo mágico en ellos.
Era tu voz armónica, firme como tu misma voluntad.
Una historia que te marcó para siempre. Explicaba tu carácter indomable, tus pocas manifestaciones de afecto. Rígida e indolente en ocasiones con palabras que podían construir o destruir al mismo tiempo. Un halo de misterio te acompañó siempre e infinidad de secretos te llevaste a la tumba. Fuiste de pocas palabras, refugiándote en un mundo todo tuyo que era impenetrable. Te encuentro en mí en ocasiones, en lo más profundo de mi ser. Tengo tu marca indeleble.
Elevé mis ojos al cielo infinito y mis labios pronunciaron una espontánea oración, nacida del alma. Imploré tu bendición y tu intercesión ante el Altísimo.