He visto gente bailar, seducir y cantar, y aun así me pongo a llorar. Quizá sea mi inocencia, perturbada por la realidad, pero firme ante adversidades continuas. Puede que sea la esperanza, creer en días mejores. Se me pierden las llaves y las caras que doy al mundo, pero encuentro las calcetas que dejamos tiradas la noche anterior (eres tan hermosa que todavía me sonroja tu sonrisa); desaparecen las uñetas de mi guitarra para luego aparecer en algún corazón esforzado.
¿Alguien podría recomendar una película a este depresivo y solitario hombre? La mejor forma de escapar del llanto, es llorando con un recuerdo provocado por una serie de imágenes coloridas con ruidos y situaciones que recuerden alguna peculiar conversación sobre que ropa ponerse para salir, extraño pero cierto, el tiempo nos envuelve y no nos suelta más.
Un pasajero más en este circo, un espectador tranquilo en el tren hacia la muerte, que por alguna razón puede bajarse antes en alguna estación, por voluntad propia o por desdicha de algún espíritu acechando una exquisita oportunidad.
Ahora solo queda pensar, un futuro intranquilo y un presente que a cada momento se vuelve pasado, más vale un recuerdo perdido que un sueño no deseado…