Un álamo gritando al viento, un par de perros gimiendo a la tierra, olor a café. Un grupo de queltehues se ríen en su conferencia mientras vuelan, por detrás pasan mentiras por la pantalla, el aire al aire enfría y seca mis labios, olor a calma. Se mesen los pensamientos y el tacto se vuelve nulo porque el viaje es más pensativo que seguro, solo hay espacio para llorar, olor a la cama antes de desayunar. 3:56 am, al fondo del pozo duermen los miedos y en la cima se jactan los ególatras de su impresionante aventura, están más solos que el hombre del faro, porque al menos la luz lo acompaña. Al otro lado gritan por gritar, mientras la estufa calienta en las noches veraniegas, ni el estío se salva de la contradicción. Nadie más que yo y el río que corre por mis mejillas, y en mi boca una sonrisa espera ser agradecida, no hay olor que pueda servir para esta vida. De un momento a otro, hay silencio, el álamo se apaga y se prende el tabaco, se escucha como arde grita piensa y se deshace, de a poco llegan mensajes. Suena la tetera, el silbido anuncia que hay que despertar…