Más ágil que el correr del viento y de los años
es tu misericordia, tu bondad siempre lista.
Tú nos perdonas todo, Dios mío, Dios santísimo.
Tú nos bañas de todo pecado, tú nos limpias.
Quiere la maldad roer la más noble promesa,
esa que te juré cuando salvaste mi alma
de las profundidades del vacío y del miedo
pero yo ahora juro: no retractaré nada.
Yo quiero amarte tanto como tú me amas.
Por eso es que te pido: sumérgeme en tu océano
y has de mí lo que quieras, que estoy presto a atenderte.
¡Húndeme en lo profundo de ti y hazme de nuevo!
Señor, por ese celo que tienes yo te pido
una voluntad rauda, ágil y diligente.
Que no flaquee nunca el vuelo de tu Espíritu
en mi alma, que me lleve a donde tú me quieres.
Que solo quiero ser el que te corresponde
y amarte como Cristo nos amó: hasta el extremo.
Recoge, pues, mis culpas y toda mi miseria,
báñalas en tu amor, ese que toca el cielo.
y cúbreme por siempre con tu perdón eterno