Soñábamos eufóricos y ciertos
un cielo nacarado con estrellas
indómito a fulgores y a centellas,
espíritus errantes y libertos.
Ajenos de agresiones y querellas
vivíamos de frente con los justos:
a espaldas de infortunios y disgustos,
sin rastro de los hombres y sus huellas.
¡Vivíamos! Vivíamos sin sustos;
caíamos rendidos y felices
sin sombras ni evidencias infelices,
pletóricos de gozos y de gustos.
La vida, soberanamente augustos,
de todas sus facetas daba muestras
girándonos a diestras y a siniestras,
sacándonos, con cláxones ruidosos,
de ensueños y de mundos fabulosos
en cárceles sombrías y siniestras.
Gonzaleja