Las llaves, ahí estaban maldita sea, las estúpidas llaves que no tomé. Solo debía estirar mis manos y tomarlas, pero se veían tan inmortales como impacientes por ser usadas, ahí se encontraban esas desquiciadas llaves.
Colgaban del llavero las condenadas llaves, casi flotando sobre un mar de espera, tenso pero cálido, a un soplo de ser usadas, pegadas al llavero esas llaves.
7 horas y más pasaron, nisiquiera tiritaron ni gritaron que fueran tomadas para ser utilizadas, solo flotaban las malditas llaves que no tomé (me come el alma y el arrepentimiento); nada más me miraban con desdén, pero con ganas de tocar mi piel.
Tres copas llenas de tinto, y las llaves siguieron sin fe, esperando ser usadas aunque fuera en el amanecer, o cualquier hora, solo querían cumplir su misión en sumisión.
Despues de dias decidí acostarme, dejar descansar en su espera las putas llaves.
Han pasado más de 10 semanas, y todavía grito y lloro de desesperación. Si tan solo hubiera tomado las llaves ya sería dueño de tu corazón y parte majestuosa de tu alma, pero el dueño es otro quien duerme hoy en tu cama, y en su escritorio están tranquilas las malditas llaves.