Siento como se agita, voraz, dentro de mí
esta sensación, desde los hemisferios del cerebro,
pasando a los senderos de la pulcra alma,
extendiéndose al calcio de mis huesos, y acelera
la misma danza cada vez que percibo la intrínseca
blancura de su mirada. A veces nos emborrachamos
con la amargura de los días, nos abstenemos
de altivez o soberbia, empapamos nuestros cuerpos
de virtud y de resiliencia. al surgir otra noche
no sabemos si es jueves o martes, si somos nosotros
o los que fuimos, parece que nos volcáramos en el vacío
del cielo nocturno, en un conjunto de todo, donde terminamos
siendo un conjunto de un poco mas que la nada. el verbo
se transforma en pequeños resortes que rebotan por el aire
no se para donde o para quien, pero su sonrisa se abre
y entiendo que no le importa desprenderse de esto, de mí,
de la vida. Cuando se aclara el crepúsculo matutino, volvemos a casa,
aparentamos haber sido machacados por la tierra, tal vez por Dios,
olemos a licor, a virtud, a cielo nocturno, a martes o jueves,
a vida y a crepúsculo matutino. ahora se alinea cada momento
como una constelación, y entiendo que la sensación agitándose, voraz,
dentro de mí si, es amor.