De un encontronazo agitado por frases
de lo que fuí, acompaño mi deterioro de esta soledad novel.
Carcomido en éxitos pasados masacrado en egos,
me enfrento, una vez más, en el lodazal de los fantasmas.
Borbotean lazos de silencio que amarran la pena,
aquí no, aquí no.
Espaldas entregadas a una lucha sangrienta que
deja huérfano el retoño en la huerta que otea el infinito.
Aquí no, aquí no.
Parece que vine a morir aquí,
pero no va a ser, aunque te deje fluir,
mi pena eterna del desencuentro.
Aquí no, Aquí no.
Todavía no...
Está la calma invencible.