Guillermo2

Música, música

La música captura la imaginación pública por cada paraíso prometido.

 

Hay música impasible que espera una señal de envión;

una secuencia indómita que reactive su actual compás impasible.

 

Dado que los sonidos son súper plásticos y ultra flexibles,

es natural que conecten con transmisores afines dentro del cerebro.

 

Algunos fragmentos de canciones son superiores al total;

fundiendo tractos desemejantes se puede recrear otra novedad sónica.

 

La música es volumen más osadía más riesgo más ritmo más libertad.

 

Música nueva o música antigua, es insustancial; delicadas cadencias

aflorarán siempre de instrumentaciones sabias y pragmáticas.

 

Un sonido amigable es un estímulo que inscribe una huella mnémica,

archivando positivos recuerdos premium, súper atesorados.

 

La música revive sentidos y empodera las personalidades dominadas.

En cuanto se articula un típico optimismo sensiblero y oportuno,

el estruendo sonoro aviva y activa una mente adormilada y extática.

 

Días desabridos mutan a gustosos cuando se los desafía con una canción,

en un tiempo de violentas realidades la música es un bálsamo auditivo.

 

De música melodiosa y canción con un corpus literario honesto, fluyen

sonidos nobles y sagaces para envolver el alma del oyente inquieto.

 

El volumen estentóreo, el masivo ataque intenso a las neuronas;  

el ruido sobre ruido va sacudiendo los cerebros más inútiles.

 

Cada sonido reverbera diferente en cada oyente. Los órganos auditivos                                                                                                                                                        y nuestra sensibilidad infieren modulaciones distintas en nuestro cerebelo.

 

Rasgueando la armoniosa guitarra española y percutiendo el yembe

africano o soplando el barroco corno francés; la música siempre ha

sonado apabullante. Pero menos, cuando la comercialización subvierte

calidad por productos masivos.

 

Canciones a bocanadas constantes desdramatizan las letras patéticas;

el ruido y la tensión se aterciopelan entre la finura de un estilo plácido.

 

Solo las mentes afiladas pueden aislar cada ritmo oportuno y cálido

que zamarrea los oídos y es vector de extra calidad musical. 

 

El sonido del viento o el sonido del mar son dos de los más puros sones

que la naturaleza nos gratifica según donde nos hallemos o residamos. 

 

Los músicos y cantantes son agentes visibles de poderosa temperatura emotiva,

pulsando sus instrumentos o emitiendo sus voces límpidas.

 

Sí, días como estos son los días de perfectas canciones.