Maldigo la hora
en que su abrazo ladrón te robó el alma.
Maldigo el tiempo
la noche
el reloj
la mañana
maldigo el empeño que hipotecó tu sueño
maldigo la cama
la puerta
el teléfono
la voz en la noche
la palabra
el beso
Maldigo esta incapacidad mía
de no saber curar las heridas
de todas las batallas que tuviste en la vida.
Maldigo del ayer los descubrimientos,
los naufragios y las islas...
del hoy, el pesado vacío,
sus huellas profundas,
cada marca producida,
maldigo el dolor que se agarra a las entrañas,
lo maldigo cada minuto de cada día
y quisiera trocar mi maldición en canto,
restañar tus heridas,
cauterizar cada llaga,
hacerte sanar,
en resumidas cuentas y para acabar,
devolverte la vida.
¿Cómo sacarte de ese fondo de aguas ponzoñosas y oscuras?
Resucitarte quiero,
insuflarte el aliento que requieren tus pies en esta andadura,
encallecer tus manos,
volverlas duras para evitarte más daños
y ponerte en los labios el color de la alegría.
Llenarte quiero con amor del bueno
ese hueco de tu cuerpo vacuo
donde un día, ya muy lejano
latió un corazón templado...
Amor del bueno,
para que crezca en tu cuerpo,
sin miedo al azogue del viento,
un árbol hermoso y galano
del que renazca tu bella alma
en esta vida que ahora ves
dura, yerma y extraña
porque tu alma sin duda es
una fruta madura y tierna
hermosa, singular y llana.