Hija, desde que tenías unos meses tengo por costumbre llevarte al parque de los patitos, que se encuentra enclavado en el centro de la ciudad, al lado de una vetusta plaza de toros que lleva unos años en desuso, afortunadamente. Cuantos momentos felices hemos pasado allí, angel mío. Tendrá una superficie de una hectárea, más o menos, y está revestido por una amplia gama de vegetación, desde setos a árboles de todo tipo, sobre todo álamos y palmeras.Hay un árbol muy pintoresco, aunque no conozco la especie, creo que es del género prunus,cuyas hojas perennes permanecen rojas durante todo el año, dándole un aspecto de antorcha inconsumible. Se trata de un precioso lugar para tu esparcimiento. Eres tú la que eliges siempre adonde quieres dirigirte dentro de sus límites. Caminas a tu aire y yo suelo seguirte a un par de metros, sin influenciar en tus decisiones, sin hacerte de guía, pero siempre atento ante cualquier paso en falso que puedas dar. Hay una fuente de gran superfie, con forma rectangular, aunque poco profunda. En verano te gusta quitarte las chanclas y andar por el agua. Hace dos años te llegaba el agua por las rodillas y este verano apenas te cubría las pantorrillas. Vas a ser alta como yo, espero que no tanto.
Entre juego y juego, paramos un rato para que meriendes en las mesas y bancos de madera, de distintos colores. Hay veces que te voy señalando cada mesa para que me digas el color, ya te los tienes bien aprendidos, es el rosa tu favorito. La merienda suele constar de una pieza de fruta o unas nueces y almendras que previamente te he pelado, acompañadas de un batido de leche con cacao. Una de mis manías es que no me gusta que comas golosinas, y es algo que cumplo a rajatabla, insistiéndole a tu madre para que no te dé, antes me pedías y en alguna ocasión incluso llegaste a enrabietarte cuando te las negué. Actualmente te has acostumbrado e incluso las rechazas cuando alguien te ofrece. Hace unos días, una mujer que conozco, que estaba celebrando allí el cumpleaños de su hijo, te ofreció una bandeja llena de golosinas y le dije que gracias pero no quería que comieras, a lo que ella contestó que pobrecita, que por una no te iba a pasar nada. No quiero que se acostumbre, le contesté. Se me figura lamentable ver que hay padres que atiborran a sus hijos de chucherías. Ya desde que nacemos nos inducen a los vicios. Creo que un niño que abusa de los dulces en sus primeros años de vida, tendra más posibilidades de desarrollar ciertos desajustes fisiológicos a medida que van creciendo, y que pueden desembocar en problemas tan serios como obesidad o diabetes, por no hablar de las caries dentales. Menudo filón tienen los dentistas en las golosinas... Quiero que tu alimentación sea lo más sana posible, si es que hoy en día existe algo que sea sano, en un mundo en el que hay tanta competencia de mercado, y la mayoría de productos son procesados. A los animales los engordan a base de hormonas y las frutas están impregnadas de pesticidas. Muchas veces, cuando estás merendando, te quedas mirando fijamente como juegan los demás niños, tan quieta que pareces una estatua, eres muy observadora, y prefiero que seas tranquila. Yo, de niño, según me contaban tus abuelos, era muy nervioso, no podía estarme quieto, y así sigo, instalado en mi ritmo frenético. En cierta manera, envidio a las personas tranquilas, pues mi hiperactividad me ha generado problemas como la ansiedad, de vez en cuando medito y eso me ayuda a relajarme. Admiro a la gente de metabolismo lento, que no se suele alterar por nada y que mira la vida con parsimonia.
En el centro del parque hay una gran pajarera con aves exóticas: periquitos, cotorras, inseparables, canarios...No me gusta ver a los pájaros enjaulados aunque aquí al menos tienen espacio para moverse. Es un habitáculo de unos 10 o 15 metros cúbicos, de base hexagonal u octogonal con pared de cristal y tela metálica, cubierto por un tejado de tejas verdes. Dentro hay un arbol seco en el que se posan los pájaros y una pequeña fuente a modo de bebedero. Pegadas en el interior de la pared, bajo el techo, hay una hilera de casitas de madera donde se cobijan y es posible que hasta críen. Cuando eras más pequeña te gustaba apoyar las manitas en los cristales y cuando más confiados estaban los pajaritos, agitabas los brazos a la vez que gritabas para espantarlos, y te quedabas mirando como entraban en sus casitas asustados.
En realidad no se llama parque de los patos, sino que tiene el nombre de un antiguo pediatra de la ciudad. Si lo hemos rebautizado así es por el pequeño estanque artificial que tiene, en el que hay patos de varias clases y tortugas acuáticas. El estanque está perimetrado por una verja de barrotes de madera de un metro de altura, por encima de la cual ya puedes asomarte a mirar, como creces hija mía, hasta hace poco tiempo te tenía que coger en brazos para que pudieses verlo. Siempre te han llamado mucho la atención los patos, sobre todo la oca, que defiende su territorio como si se tratara de un perro de presa, con sus estridentes graznidos, y sacando la cabeza por entre los barrotes para picotear a cualquier amenaza que trate de invadir su espacio. Nosotros la llamamos patito malo pero los animales no son malos, siempre actuan por instinto, algún día lo comprenderas, mientras tanto le hemos puesto ese calificativo para que sepas que debes ser prudente ante el riesgo de acercarte demasiado a ella. Desde que eras muy pequeñita quise dejarte bien claro que debías andarte con ojo. A veces traspaso con mi mano su territorio para que comprueves su método de defensa y no te gusta nada que haga eso, la última vez que lo intenté me decías \"¡no papá, que te pica!\". Por suerte eres muy prudente, eso sí, no temes a las alturas y siempre tengo que estar pendiente porque te gusta encaramarte a todos lados. Y aunque no te prohibo subir, siempre te advierto del peligro y cuando existe riesgo de que puedas caerte, te ayudo. Eres muy lista, y cada vez que vas a hacer algo que sabes que entraña peligro, me miras con ese gesto pícaro, esperando que te reprenda, y yo exagero mi preocupación poniéndome las manos en la cabeza. Como te divierte ese juego. No quiero coartar tu confianza ni tu autoestima impidiéndote alcanzar lo que te hayas propuesto. Las tortugas tambíen suscitan tu curiosidad, me hubiese gustado estar dentro de tu mente cuando eras algo más pequeña para saber que es lo que imaginabas al verlas. Seguramente pensabas que era una piedra con patas y cabeza, o algo por el estilo. Hay veces que cuando veo alguna pegada a la valla, me agacho para cogerla y sacarla un rato para ponerla a tus pies, te digo que puedes tocarla, que no hace nada, pero no te fías de esa especie de piedra móvil. Recuerdo aquel día en que conseguí que cogieras una y cuando me disponía a fotografiarte con ella, sacó de repente la cabeza y la soltaste de golpe, lo que provocó en mí una repentina carcajada. El pobre reptil cayó y dió un golpe seco con su caparazón en el suelo, sentí lástima de ella y la volví a dejar en el estanque. Pero no pude evitar reir ante la sorpresa q te llevaste.
Hay en el parque un gran abanico de atracciones infantiles: columpios, toboganes, balancines y toda una multitud de artilugios donde los niños os entretenéis y lleváis al límite vuestras capacidades físicas. Como digo, nunca te he cohibido en tus intentos de alcanzar tus pueriles metas. Siempre, eso sí, ayudándote cuando era evidete que tus hazañas entrañaban riesgo para tu integridad. Y me sorprendes hija mía, ya eres capaz de dominar todos los juegos sin mi ayuda, que la rechazas de manera apremiante: \"papá, que yo ya soy grande\", me dices. Sí hija, sí, vas creciendo a pasos agigantados, ya vas a cumplir 4 años, y aunque tú te veas grande, sigues siendo mi bebé. El tiempo es implacable, irremediablemente crecerás, madurarán tus ilusiones, eclosionarán tus sueños...Pero en el parque de los patos permanecerán para siempre los momentos inolvidables en los que tú explorabas la vida mientras yo descubría tu mundo. Cuando pasen unos años, a buen seguro que me costará trabajo pasar por ese lugar sin que me abrume la nostalgia.