alejandro fozar

XLI. Atardecer en Corimayo

 

Es es una soledad tibia ese crujir de mis fémures, entrando al silencio en cómplice dolor.

Ni el crepúsculo lento derramará algún sosiego.

Ni luces que no enciendan, ni estrellas adosadas en  alquitranes de celeste.

Minusiosas estrofas van doliendo en un goteo.

Y un amor almidonado en sueños, encajó con los alcoholes de huidiza tarde.

Hay un gato remoto entre mis piernas, sin nombre y sin miserias.

Ciruelos que parecen susurrar un haiku de nocturna finitud.

Hay un fuego luchando entre leñas, una traicion de Prometeo quizás...

O una gotita de sol justificando estos ojos desnudos, que irán muriendo en implacable oscuridad.