Rea, la Diosa
del Tíber, de Rómulo y Remo
la madre próspera y fecunda,
so del áurico cielo reposa;
prodigiosa visión y verso supremo
para el joven rapsoda y su lira fecunda.
Dale a aquél su mirada profunda
¡un dulzor de primavera!,
o un gran cielo que fuera
fino tul para bellos ojos,
y encontró en sus labios rojos
miel de amor que melifica
su valor, y lo enciende y multiplica.
Exprimen las manos ilustres que mecen a Roma
las dulces y afables vides de sápidos racimos.
\"Contemplar su beldad: ¡oh gloria!\", dice una paloma;
y otra: \"¡Para envolver con la mirada existimos!\".
¡Feliz el pusilánime y desdichado el fuerte
en las luchas fragosas de amores incesantes:
Rea corona al campeón y cual en un vaso vierte
en el corazón de éste claveles y diamantes!
Placidez de piel blanca,
magnífica como la nieve,
en Ella se encuentran la fe y los placeres
en el espasmo de su beldad pura y franca.
Se estremece y se conmueve
por la búsqueda de Ceres,
por todas las sombras macabras.
Vale más que mil palabras
su mirada delatora:
so el blancor de la áurea aurora,
por Amor vela su seso;
por probar de nuevo en la dulce hora
del rapsoda lampiño su caricia y su beso.