Desde el frío y lluvioso invierno,
mientras los arboles desnudos
contemplaban nuestra entrega de amor,
se oía el canto del cardenal
y el de cientos de pájaros que no huían de la lluvia,
solo se posaron en las ramas frías
para oír el eco de tu voz
que me gritaba tu amor
Trémulo amor sobre tu grito,
posó sus plumas amarillas
aquel que quiso contemplar de cerca
cómo tus manos amorosas me acariciaban,
mientras uno de los vagabundos
que en alguna rama dejó su casa,
veía como tu mano tocaba en la distancia
el grito mío que sació tus ansias.
Atravesó el cielo buscando otro mundo,
y mudo quedó sin su trinar
al contemplar desde lo alto como me amabas,
el que voló hacia el bosque
y se refugió en el riachuelo
porque sintió celos.
Y voló a buscar su ave cantora,
para también amarla
cuando aparezca la aurora.
Bajó un instante del árbol a tierra
y buscó de mis ansias el secreto,
de cómo el ave de mi fantasía
me confunde en el vuelo cada día,
y me deja una rosa de agua en mis ensueños
y un poema lleno de anhelos
de cómo tal vez en mi niñez,
estuviste en mis primeros sueños.
Y llegó la madurez y con ella
me sorprendió la vida con tu amor eterno,
y en este bello romance he sido tuya,
y me despertaste el alma
y me besaste el cuerpo.
Y serás el único en besar mi alma
¡y en besar mi cuerpo!