Tú que has sido la bestia,
ven y cuentame a que teme su tacto.
Callada muerdes con mala intención
un resquicio de mi sombra.
Mordisqueas mis espacios en blanco
y te revuelves sabiendo que aún recuerdo como dolía la suavidad de tu tragedia.
No paras
Pero detente
No te detienes
No tienes fin
doliente rostro envenenado,
sigues intermitente cuando me doy la vuelta y crees que me he ido.
Tú que has sido la bestia
¿Te das cuenta?
Has cubierto tu piel desnuda con mi tiempo.
Has coartado mi sangre.
Has partido hasta el sentido de un cuerpo que era mío.
Mírame ahora
Mírame con tus ojos negros
ahora soy un vacuo mar de hielo
Sin nada más que esto.
Y tú, escondida detrás de mi, proclamando tu existir amargo, te nombras a ti misma un nombre que no es nombre sino letras que se transparentan en mis manos cuando intentan saberte viva.
Pero se que estas justo aquí.
Aunque no te muevas.
Me doy la vuelta
porque se que aun no puedes verme
–aparece
sombra. –
Mis dedos imploran encontrar tus restos de vida.
Pero márchate ya.
Aléjate de mi.
Abrázame y vete.
Pero quédate en esta velada.
Tú, que has sido la bestia
ven y cuéntame a que sabe la noche cuando te aferrabas a mis hombros y agonizando en mis tímpanos te pedía que te marchase.
Cuéntame como al no tener piedad,
seguías arrancando la tela de mi vientre para hacer que te odiara.
Pero te invito a ti,
esta misma madrugada,
a que atisbes como la vela de nuestra luna de miel se retuerce al ver como intento cerrar la puerta que me lleva a tu umbral.
Tú, que has sido mi bestia.
Ahora si.
Márchate.
Antes de que la sentencia del sol se derrame en nuestra ventana.
Entonces no podré verte sin ver mis facciones pudriéndose en tu carne de monstruo.
Y no me vestiré sin vestir tu oscura tez de sombra
Ahora si.
Vete.
Eres libre de mi libertad.
Estoy lista para darme por fin la vuelta y encontrarme contigo.
De frente.
Tú que has sido la bestia mía
voy a hacer que te disuelvas
bajo mis pies tendida
para por fin mirarte.
Me giro entonces lentamente
arrastrando mis pupilas que arden por las paredes frías sonrientes que algo traman,
y te busco.
Bestia sinuosa
Solo a ti.
Las paredes han comenzado a reír más fuerte.
Tiemblan
regocijantes.
Se caen a pedazos
cuando aprecian mis retinas tantear tus huesos,
cuando mi iris se pierde en horizontes vastos con desespero.
Deja que te vea
Las paredes rebuznantes son ahora inertes.
No ríen ni te invocan.
Han dejado de temblar.
Bestia.
Tu, mi bestia
escucha bien lo que mis labios articulan:
–Has engullido mi tiempo.
Has marchitado la estrella consumida del mirar de mis ojos.
Has herido al templo que defiende mi pecho aunque se arriesgase a morir.
Cumpliste vigilia desde los balcones que duermen en mi sueño.
Y a mi piel
¿Qué le has hecho?
Ahora se acaricia a sí misma compasiva
con los poros colmados de tristeza pausada.
Mis dedos también se rinden.
Se rinde hasta el vibrar de un silvante respiro.
Se rinde por que te has ido
Pero vete. –
Mi sangre sigue espléndida inundando sorda mis resquicios.
Mi cuerpo sigue sostenido sobre si mismo.
La voz aún me quema la garganta
cuando grito que soy mía.
Tu eres solo una sombra.
Mírate.
Oculta tras la puerta.
No temas, el sol acuchilla las baldosas por si te escondes.
Te descubre indefensa
invadiendo la tumba de esos días que robaste.
Te busca con la ayuda de mis ojos.
Te busca
pero no hay nadie.