La figura de nervios y carne blanca,
retrocede en la sombra insegura y trémula
tras la cortina de satén negro.
Verá alejarse el corazón con el pensamiento
y ni un sollozo, ni una queja,
de su boca líbida se escapa.
Apresará si fuera menester a dentelladas
la esperanza, el exponente y la ponencia
de quien tiene en otro lugar el cuerpo.
Resabiáda de asco y de duelo,
emboscada en húmeda, profunda cueva,
barruntará que el plazo se acaba.
Desatará fuera del tiempo sus alas
en sacudidas de ave terrestre inexperta;
mostrará avidez voraz en inseparable anexo.
Exhalará un último suspiro extremo,
por que jamás dará con la esférica puerta
por un cúmulo de gravedad sepultada.
C C Lizarán