Empujado y longevo, arrojado a la calle,
el hombre de las hojas, tiene ida la mirada.
Aturdido y olvidadizo trae, ante sí,
miles de fotos olvidadas,
atrofiadas...
Repetitivo de su propio horizonte,
aletarga el dolor en soledad de un banco,
permanente, eterno
toca las hojas que revuelan,
que lamen sus heridas...
Parece que todo termina,
agudo,
pétreo,
como un cincel morboso que talla un final,
¡¡¡Abuelo!!!
Todo pasa...