Abrazado a la noche de invierno
entre nubes prietas y sigses dormidos
corre con un rondador de sueños
anclados en la mirada tibia
y en la voz de viento derramado
Va con la piel de picaflor recién nacido
a lamer el néctar de las flores presumidas
va de pétalo en pétalo
con los pies resecos
abrigados con el polvo que tapiza el suelo
Va ajeno al nombre de los mares
y a las oscuras pretensiones de la ciudad lasciva,
va a tejer el enjambre del delirio
con el pajonal danzante del páramo aterido
No existe el retorno, rezos ni ventura mágica
es simplemente un cabrero
maquillado con la escarcha de la tarde decapitada
que se hizo hombre con el golpe del olvido