A Ignacio.
hoy necesito llorar a un compañero, cuando me han puesto delante la fotografía de su hijo hablando de su padre y narrando su muerte. Quiero llorarla, como se llora la muerte de un hombre robusto y generoso. Siempre se puso enfrente de todos los pesares y desventuras de esta tierra, para sacar adelante a su familia. Nos unía el amor a la agricultura. Esa que le sorprendió entre sus oliveras, hasta darle un hachazo mortal . La misma tierra que me espera, y a él, ya lo devora impaciente, dejando atrás un recuerdo de anónima grandeza. No hay mejor legado para un hombre, ni para nuestro pueblo. A su hijo, Nacho, le debo conocer el paisaje de la sierra . Fue su hijo, mi jefe de máquinas en una azulejera, el que me inculco el amor al trabajo de los huertos. Mis primeras lecciones que me dio a mí, venido de Valencia, fueron en el jardín de mi casa. Podando el peral , plantando unas coles, y una áloe vera que aún conservo. Vuelve su flor primitiva, ruda y amarilla, todas las primaveras . Siempre he hallado en ellos una familia acogedora y generosa, que me abrieron sus puertas, y compartieron conmigo lo que tenían. Gente laboriosa, infatigable, resistente en las adversidades, con las que lidian a diario. Representan un oleo de una estirpe infatigable que logro un día el pueblo de Vall d´Uixó.
Hoy, nuestro corazón está de luto. Nuestro corazón de obreros debe ser fuerte.-
! hasta para llorar!- Sin escatimar en las lágrimas enraizadoras del intimo el dolor, con el amor a la vida que nos protege.
No nos han destrozado, ni lo conseguirán, pese habernos echado una jauría.
Ignacio ha muerto de una forma salvaje, brutal, estremecedora, indigna. Pero volverá a nuestros campos, a nuestro lado, cuando regrese la primavera.
Elegía.
!Hay gente tan fuerte!
capaz de sufrir todos los golpes.
Llegan de alguna recóndita tiniebla de improviso.
Que se nos escapa a comprender.
!Y pobres, pobres... de aquellos generosos de corazón!
Se alzan como una barrera a esa frontera salvaje,
empujados por la compasión y el coraje.
Para que el resto sorteen esas tinieblas.
Puestas de repente ante nosotros...
quien sabe por qué, o por quién.
Y el resto...
el resto, !somos pobres diablos!
Nosotros,
que aún flotamos enloquecidos en la luz de la vida.
Preguntándonos con la mirada perdida y asustada:
-Dios mío, ¿ como ha pasado esto?
Angelillo de Uixó.