Amo tus ojos, porque en ellos suelen
mirarse dos Hespérides inquietas.
Tu mirada se torna destellante,
en tu sangrienta y café pupila.
Y al observarte azul. Yo, pienso en ti.
Y lloras de un poema aquel amor.
Que es manantial más dulce que mi beso.
Tus cabellos: hilachas echas para
el verso, ¿cuántos lirios en tu crin?
Hay dos magos venidos del ayer
que quisieron contarlos. ¡Nadie pudo,
nadie puede, jamás podrán contarlos!
Tu crin son los enigmas negros que
en un llanto enjaulé con lunas nuevas.
Una noche de abril en mi desvelo.
Tus manos: paz y ensueño. Dos luceros
sentados a la orilla de dos Piélagos.
Tus manos asemejan las de Buda,
tan llenas de sabiduría en tiempo.
Tus manos son refugios tropicales
en la línea ecuatorial del cuerpo.
Amo tus labios carmesí, matiz
que surge de tu beso, como látigo
de fuego, que ceñido en un suspiro...
se derrama de mirras y de luz.
Escrito en único verso: ¡ Yo te amo!
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David John Morales Arriola