La sabiduría
no llega con la vejez,
en el día a día
se forja la conciencia
dentro de la inconsciencia,
la línea tan delgada
entre la delicadeza
y la abusiva confianza,
sacude las mentes,
las almas, metralla
los sentimientos;
la inspiración
que envenena, esa
tormenta de ideas
abstractas, de miedos,
inseguridades ganadas
después de una derrota,
experiencia se las llama,
¿qué ente no las ha
padecido?;
¿qué alma
no las ha temido?,
quién jamás ama,
jamás teme.
El veneno se esparce
por el silencio,
no mata nada allí,
en su atmósfera se esconde,
como serpiente asecha,
esporas del mal
que los inocentes
ingenuos respiran,
un diabólico plan
cruelmente elaborado
por el subconsciente;
a cada momento,
se te olvida que amarte
no significa que sumiso
estoy a tus pies,
que haré o entenderé
tu mezquina voluntad,
no sé qué traman
los pequeños demonios,
esos que seducen y enamoran,
inspiración que envenena,
inspiración del insomnio,
patología crónica
de los enfermos del alma,
de los perdedores
que hoy son precavidos.
Wellington