Me gusta contemplar que te amaneces
al vuelo y los colores de la aurora,
que el cielo en tu mirar se decolora
y todo alrededor empalideces.
Asiduamente blanca compareces,
translúcida, preclara y soñadora,
descalza, silenciosa y tan sonora
que el trino de las aves ensordeces.
Ocurre que me olvido fecha y hora,
que existo se me olvida y miro a veces
buscándote, solícita señora.
Entonces me sorprendes y apareces,
reclamo de tu voz, sutil cantora:
¡el cielo y sus colores me pareces!
Gonzaleja