La noche se engalanaba
con su mantón plata y negro;
los ojos de las estrellas,
guiñaban a los luceros.
¡Cuánto te quiero chiquilla!
¡Chiquilla, cuanto te quiero!
Los grillos piropeaban
la luna, que allí a lo lejos
nacía como una Venus
de un lecho de mar y fuego.
¡Cuánto te quiero chiquilla!
¡Chiquilla, cuanto te quiero!
Por un momento sublime,
los grillos enmudecieron,
borraronse las estrellas
y entre los dos nació un beso,
las flores de tus jazmines
se abrieron junto a mi pecho
mientras mis manos poetas
hacian vibrar tu cuerpo
el arrebol de tu rostro
teñia de rojo el viento
y el manantial de tu fuente
dió de beber al sediento
el péndulo se detuvo
y el aire se tornó fuego
Selene menguó de golpe
enloquecida de celos.