Llueve.
Y en vez de abrazarme a tu calor estoy caminando en absoluta soledad.
Resulta inquietante, pero la ciudad que me quita el sueño y por las tardes se desnuda ante mí, se muestra vacía.
Sólo hay un pequeño gato negro dando vuelta entre las sillas de los bares cerrados.
El papel sobre el que anoto esto ya está mojado.
Son algunas pequeñas gotas, pero resulta que hace tiempo las esperaba aquí o…
en donde sea que me quiten el sueño.
Hace frío en mis oídos y calor en mi pecho,
la ensalada que es mi cuerpo parece doler.
Pero este amarillo encandila entre relatos y ahí te encuentro en libertad,
rozando con el agua con tu pequeña humanidad. Soy, soy y soy, carajo.
Ahora se asoma un gato blanco,
esto parece la lucha eterna entre el bien y el mal,
las ventanas me miran de frente, afiladas, parejas, distintas, pero bien dispuestas y yo…
me oculto, les niego mi mirada.
Hablan de mí, me retumban en el corazón gélido
y le siembran algunas flores ¿Para qué?
El otoño al fin llega y yo estoy convencida de que siempre voy a volver.