La vida se escondió atemorizada
tras el vértigo del barranco,
conoció el rostro de un amor
de gestos, desbarrancados gestos
devorados por buitres,
rastro de plumas sobre piedras esparcidas
que la vida busca, por su paso a oscuras.
Arrojo ciertos vuelos contra cielos equivocados,
haciendo de las nubes quimeras imprescindibles,
creyente de haber encontrado en ellas su refugio,
fugitivas, espejismos de azules senderos,
vuelos en círculo, surco sobre el cielo,
ociosa no es otra cosa que sentir.
Cada uno de sus días es resurgir de su vientre,
buscando la respiración,
aun sabiendo que el costado cargara con su herida
sobre caricias verdes que jamás maduran,
es el momento de amontonar el miedo,
de prescribir la dicha,
de curarla con pan y agua,
de liberarla del vértigo.