Vieron el Cáucaso blanco y un núbil poeta
eslabones forzados por un brazo potente;
Prometeo aguerrido, celeste anacoreta,
tiene fuego en su pecho, la tristeza en la frente.
Son sus hombros herákleos, son sus bíceps de atleta;
portentosa su espalda de cíclope valiente;
y en la cúspide blanca do el arcano concreta
languidece soberbio; ni a la brisa ya siente...
Es la fiesta del torvo que torvo se entroniza
donde el solio alevoso, do la sangre y ceniza.
Caronte es la soberbia; mancilla el Ideal.
Ya vendrá cuando Herakles, en grandiosa campaña,
tras los Doce trabajos y fundar otra España,
diga al águila torva: \"Va mi flecha inmortal\".
2010