Anton C. Faya

DE LOS QUE PUEDE ACONTECER CON UNA MIRADA

 

Blanca, luminosa, cual nieve nueva de primavera,

exótica, distinguida, ella, la humana divinidad.

Camina como yendo a los sitios donde no hay destino,

un interminable sendero de camelias rojas,

ellas ceden en belleza ante sus pasos, sosegados.

Talismán de miradas, ella tímidamente sonríe,

un silencio rítmico, un eco de palabras sin significado.

Y yo, desde una orilla inapreciable, la miro,

Y me mareo...

Y me desarmo...

Y me confundo...

Y me congelo...

Y el espacio se me torna inmenso...

Y el alma se escapa de mi cuerpo...

Y mi tempo se quedo sin reloj...

Y mis creencias sin razón...

Y cuando ella se acerca, lentamente,

se integra hacia mi, y rozamos nuestra mirada...

Fue fugaz , como una brisa de enero,

intensa, como un fulgor, preámbulo de tempestad,

y me cegó...

¡No sigas!, ¡Quédate! Pense, con fuerza, muy para mis adentros.

¿No recuerdas los tiempos en que susurrábamos poesía?

¿No recuerdas que correteábamos descalzos amaneceres escarchados?.

¿No recuerdas que juntos nos sumergimos en el mar, a pura piel?.

¿No recuerdas los besos embarrados de chocolate?.

¿No recuerdas los días fogosos que nublábamos espejos, y el cuarto?.

Los tiempos que en secreto nos amamos...

¡No te vayas!, ¡Quédate!, aquí, a mi lado, pense...

Ya en el abismo,

 en el momento de mi mayor insensatez, grite:

“¡No te cases, no te cases, di que no!”.

“¡Cásate conmigo!”

Y el templo enmudeció...

 

A.C.F.- ENERO 2018

ARGENTINA