Juliana Agredo

LA MUERTE A VERSOS

Llegué a casa y se me congelaron los dedos, maldita manía que tienen de querer sellar todo con ambas manos y obligar a las mías a habitar con desnudez el frío, éste que se impone y entra bajo las puertas, se filtra por el tejado y se escurre por las paredes. 

Besar a papá es como besar a un perro muerto que aún mueve la cola y mirar a mamá es conservar llena la desesperanza. 

Llegar a casa, que no es ningún tipo de hogar, es la procedencia de la muerte, un camino elaborado con piedras y ceniza. La risa se me ausenta y aunque gris, sonríe, al perro muerto, a la desesperanza, a la semilla pequeña que lucha por convertirse en árbol. 

En casa hay una ventana en el suelo, las raíces secas de un viejo árbol, el secreto de que lo escondido se redime con un beso que acompaña al alma hacia su propio sepelio. 

En casa no se sacan los trapitos al sol, porque todos están manchados de sangre.