El fuego que arde adentro, no quema, ni desfigura,
inicia desde unos labios hasta una despedida,
después del incendio le vieron irse en un taxi,
había miradas corriendo tras de él,
esa noche, la lluvia se apoderaba de unos ojos,
desaparecían sueños sobre el asfalto,
nadie recordara la geografía de aquellas calles,
las únicas evidencias serán luces sobre sombras
y el sonido que hacen las lágrimas
junto a los árboles perdidos en medio de la noche,
manecillas a medias señalan el final del acto,
la gente sale del teatro, la función ha terminado,
el telón se dispone a cerrarse y a olvidarlo todo
mientras se abren heridas que no cerraran nunca,
estará dispuesto un café 24 horas
donde beberán los insomnios,
el crepúsculo sobre la banqueta
aborda el transporte nocturno,
por sus ventanas unas mariposas ríen
vestidas con pantalones ajustados y rojos
con rumbo a la frontera de la madrugada,
donde la estrella más lejana será la única brújula
para volver a casa con la soledad por sombra.